Día ❽
Santiago 5:16 dice:
“Por tanto, confiésense unos a otros sus pecados, y oren unos por otros de manera que sean sanados. La ferviente oración del justo, obrando eficazmente, puede mucho”. (RVA-2015).
Medite en este pasaje por muchos años deseando tener una amiga cristiana a quien pudiese contarle todo y sin juicio, para que orara conmigo de todo corazón. Gracias a Dios el deseo de mi corazón se concedió, no solo con una amiga, pero varias.
Empiezo por explicarles que no crecí en un hogar cristiano y como familia no empezamos ir a la iglesia hasta que tenía más o menos 14 años. Quizá, a los 16 años llegue a los pies de Cristo, pero me sentí perdida por mucho tiempo. No tenía un conocimiento amplio de la Biblia como aquellos que crecieron en el evangelio lo tenían. Tarde mucho para sentir que entendía lo más básico de ser cristiana. Fue después de casarme que crecí en conocer más de la vida cristina y lo más importante, es que establecí una buena relación con Jesús. Después de varios años me sentí que era en realidad era hija de Dios. Estaba cómoda y mi vida cristiana se volvió costumbre; hasta parece que fue ayer.
Hace unos cuatro años atrás pase por lo que yo considero una crisis de media vida (si también a las mujeres les pasa). Esta fue completa, es decir fue una crisis de identidad, crisis emocional y crisis espiritual. Sentí que robo gran parte mi ser. Viví una batalla espiritual bien difícil, aunque ya me siento más estable pienso que perdí mucho de lo que había adquirido en lo que se refiere a una vida espiritual. Llegue a no querer ir a la iglesia y me molestaba escuchar música cristiana. La ironía es que intelectualmente yo sabía que no estaba bien. Me esforzaba y yo misma me obligaba ir a la iglesia. Si estaba sola, prefería el silencio, o noticias cuando antes escuchaba predicaciones y lecciones bíblicas en la radio. Estaba consiente de mí actitud antagónica, mis pensamientos y errores. Me recuerda un dicho que a veces he escuchado a Hermana Vero decir; “perdóname Dios porque se lo que estoy haciendo”. Estaba consciente que mis emociones, mi vida espiritual y mi comportamiento no estaban alineados a mis valores cristianos. Me sentía hija prodiga. A pesar de eso, sabía que Dios es Dios, y que yo iba a salir de esta Crisis como la hija de Dios que soy.
Por eso (razón) trataba de orar, pero no me sentía ser escuchada, oraba y me sentía una hipócrita. Si oraba, no era por mí, porque no sentía ser digna. Además, y cuando oraba mis oraciones eran cortas y superficiales. Yo, que usualmente ofrecía orar por otros cuando lo pedían o cuando Dios me movía hacerlo, deje de prometerlo y ofrecerlo porque no sabía si iba a poder orar.
Gracias a Dios que antes de esta crisis, ya me había concedió una buena amiga. Esto era importante porque dado a la dificultad que tenía, en poder orar con libertad la busque de tal amiga de años no tan solo fue un recurso de oración por mí, sino que también la busque para que me escuchara, y comprendiera. Ella ha sido amiga desde el año 2001, así que la conozco bien y ella me conoce muy bien a mí. Es mujer de oración y de confianza. Ella es sabia y sé que por amor me exhortaría con la verdad. No fue hasta entonces que sentí un poco de alivio al peso que sentía. Algo bueno pero difícil es que después me sentí avergonzada y no quizá hablar más del asunto.
Todo esto para decirles que a lo que yo llame crisis de media vida en realidad estoy segura que era una batalla espiritual muy fuerte. De hecho, sabía que necesitaría mucho oración y apoyo para sobrevivir…, para pelear y ganar la batalla. Aunque, por otro lado, con miedo a ser juzgada y rechazada, le conté a varias amigas hijas de Cristo; mujeres justas que sé que oran con fervor. Cada una con sus destrezas y debilidades, pero lo que tienen en común es que son mujeres que saben guardad la confidencialidad, no divulgan los asuntos personales de los demás. Son mujeres de oración y de Dios, todas con un toque de sabiduría y amor hacia a mí. Bendito Dios que no me sentí juzgada por ninguna de ellas, cualquier rechazo que sentí era por lo que yo estaba pasando.
Quisiera encontrar las palabras para describir la tortura interna que sentía. Decir que me faltaba paz no lo describe. En varias ocasiones decía que yo necesitaba un exorcismo. Aun creía en la palabra de Dios, y seguía creyendo que Dios no me abandonaría. Yo, ya había experimentado el indescriptible amor de Dios, la paz que sobrepasa todo entendimiento y la gracia de Dios. En esta etapa de mi vida me encontré con una que otra persona que me decía que se volviese Jesús en este tiempo no entraría al reino de Dios. No le creí a esa mentira, porque sé que la misericordia de Dios estaba a mi lado. Preferiría morir que seguir con el sentir de estar tan alejada de Dios. Mis amigas mujeres justas, oraron ellas por mí y conmigo hasta que todo paso. La guerra espiritual que viví la ganó el Señor, por las oraciones y la confianza que tenemos a Dios.
Es difícil encontrar personas que no nos van a juzgar, pero si las hay. Es difícil encontrar personas sabias, pero si las hay. Personalmente, trato de no juzgar, sea lo que sea, porque es por la misericordia de Dios que yo no me encuentro en el lugar de la persona que me confía información tan intima. A grandes rasgos les descubro mi corazón para decirles que he tenido etapas difíciles en mi vida. Espero que, si alguien se siente solo (a), abandonado (a), o en una batalla similar sepa que Dios está allí trabajando por medio de sus hijas e hijos.
Quiero decirles que el rendimiento de cuantas a alguien de confinza y la confesión a Dios en oración juegan un papel importante para sobreponerse a cualquier crisis que enfrentemos en la vida.
Se me viene otro versículo más a la mente; “Hermanos míos, tengan por sumo gozo cuando se encuentren en diversas pruebas sabiendo que la prueba de su fe produce paciencia. Pero que la paciencia tenga su obra completa para que sean completos y cabales, no quedando atrás en nada” Santiago 1:2 (RVA-2015).
Gloria a Dios, que, aunque aún no me siento completamente yo en un cien por ciento, sé que voy en el camino de lo que Dios quiere que sea y haga. Siempre acompañando con la oración de los justos. No por comportamiento si no porque Dios nos justificó al mandar a Jesús a morir por nosotros en la cruz.