Es fácil pedir. Frecuentemente pedimos más de lo que necesitamos. Se nos viene a la mente un niño pidiendo que le den de comer, que lo lleven afuera a jugar o que le ayuden con la tarea. En este ejemplo, el niño pide porque no sabe hacer muchas cosas. Cuando crecemos, no pedimos ayuda con estas cosas simples porque aprendemos hacerlas por nuestra propia cuenta. Sin embargo, llegan momentos a nuestra vida, donde, aunque ya hemos vivido experiencias valiosas, nos enfrentamos a situaciones que requieren mucha más cautela. Ejemplos como poner un negocio, comprar una casa, aceptar un nuevo trabajo son decisiones que nos impactan a lo largo de nuestra vida. 

En momentos de oración le pedimos a Dios que todo salga bien, que nos dé sabiduría para tomar buenas decisiones, y que nos prospere. Lo que muchas veces no pedimos es que se haga su voluntad porque no queremos que Dios nos diga “no” o “espera”.  Nos olvidamos que la voluntad de Dios incluye algunas veces “no” a lo largo de nuestra vida, esa es una realidad. 

Muchas veces nos quejamos con Dios porque no contesta nuestras peticiones de la forma en que lo deseamos. Hay dos cosas que se nos pasan por alto en esos momentos de enojo o desilusión. Primero, porque Dios diga que no, no quiere decir que no nos ama o que no se preocupa por ti. En segundo lugar, la voluntad de Dios es perfecta y su plan para nosotros como sus hijos fue hecho para honrarlo y glorificarlo. 

Con esto en mente, cuando oremos a Dios pidamos que sobre todas las cosas su voluntad reine en nuestras vidas. No seamos como los niños que piden sin pensar, pidamos con intención y sobre todo pidamos con un corazón abierto a recibir lo que decida el Señor. Teniendo la certeza que Dios cuidará de nosotros y que sus planes son de bien y no de mal para con nosotros.

Erick y Gabriela Sánchez.